HEGEL, MARX Y AMÉRICA LATINA
Andrés Solíz Rada
Del libro “La luz en el túnel” -Las lídes de la Izquierda Nacional Boliviana – Tomo I
Andrés Solíz Rada es el exponente más importante de la Izquierda Nacional boliviana. Ha sido Ministro de Hidrocarburos del gobierno de Evo Morales.
LA AMÉRICA LATINA DE HEGEL
Hegel considera que América es el continente del futuro porque no tiene historia. Y no la tiene porque no ha participado en ella, ya que, a su juicio, la historia es patrimonio de Europa y Asia. En otras palabras, América no ha encontrado su destino. Eduardo Mayobre, en su “Introducción a América Latina” a través de Jorge Guillermo Federico Hegel, recuerda que, para el filósofo alemán, América tiene futuro, pero que no lo conoce, porque no es profeta. En consecuencia, América está en la prehistoria. Es prehistoria. Por ahora, es sólo geografía o paisaje (1).
La prehistoria es el lugar en el que no sucede nada humana o espiritualmente impórtate para la historia de la humanidad. Sus habitantes son como jabalíes u hormigas. Más adelante podrán hacer su historia, pero, entre tanto, son sólo naturaleza, ya que la naturaleza precede y prepara al Espíritu. En la mezcla de animales y paisajes, fermenta lo humano. El desarrollo universal del Espíritu sólo ha ocurrido en Europa y Asia. Por tanto, América no tiene originalidad ni significación histórica. Jorge Abelardo Ramos dice, con su clásico sarcasmo, que sólo en el lenguaje hegeliano es posible admitir la identificación del arcabuz de Pizarro, el cuidador de puercos, con el “espíritu” (2).
Hegel, en su introducción a la “Filosofía de la Historia”, descarta lo que no considera importante. En consecuencia, desecha a América. En palabras de Ernesto Mayz Ballenilla: “América es un no ser. Siempre todavía”. José Ortega y Gasset, al explicar el pensamiento hegeliano, anota que un ser es libre cuando obedece a las leyes, y esto es imposible sin tener un Estado del cual se desprende la formación de un gobierno. Lo que existe de humano en América es la emanación de Europa. La población efectiva de América tiene origen europeo, ya que es la única que tiene importancia.
Sin embargo, entre América del Norte y América del Sur (más Centro América y el Caribe) advierte diferencias. América del norte, puntualiza, es más adelantada porque Europa la ha colonizado sin mezclas con la población indígena, la que se ha desvanecido. Léase ha sido exterminada. En América Latina y el Caribe, se ha producido, después de la conquista (que es diferente a la colonización), una simbiosis con la población. El mestizaje hizo que la “emanación europea” sea más dificultosa. En México y Perú, añade Hegel, se han desarrollado culturas nacionales (es decir locales), que debían expirar, como ocurrió en Norteamérica al contacto con el Espíritu europeo.
Su ausencia de sindéresis lo lleva a afirmar que los negros fueron traídos a América porque era más fácil asimilarlos a la cultura europea, no porque se necesitaba trabajo esclavo. Dice Ortega y Gasset que Hegel padecía de una especie de “patriotismo protestante”, por eso detestaba al catolicismo, en el que encuentra otra explicación del atraso de la América morena. Insiste que del protestantismo emerge el principio de la confianza mutua, lo que no ocurre con el catolicismo. Anota que para que la situación cambie había que humanizar a los indios, orientarlos y catequizarlos. Había que “encomendarlos” a los europeos. De ahí la institución de la “Encomienda” en la América hispana.
HEGEL Y HAITÍ
En Hegel se encuentra, de manera más nítida, el sustento ideológico del racismo.
Susan Buck-Morss advierte que el pensamiento hegeliano ha sido mutilado, ya que sus exegetas no explican con claridad el origen de la famosa metáfora de la lucha a muerte entre el amo y el esclavo. Esta metáfora sirvió para que Hegel reflexionara sobre la libertad en su libro “Fenomenología del Espíritu”, escrito en Jena, en 1806 (dos años después de la Independencia de Haití) y publicado en 1807, año en que Inglaterra decretó la abolición del tráfico de esclavos. Buck-Morss se pregunta ¿por qué los investigadores han ignorado, salvo contadas excepciones, la dialéctica amo-esclavo en Hegel? Señala que, en los últimos 200 años, los especialistas no sólo han fracasado en responder a esta pregunta, sino que ni siquiera se la han planteado.
Revela que el pensador germano tuvo conocimiento detallado de la Revolución haitiana, que culminó en 1804, en la que, por primera vez en la historia, un pueblo de esclavos conquistó su libertad y fundó su propia república. Hegel, en su correspondencia, estudiada por la investigadora norteamericana, conoció este suceso a través del diario “Minerva”, dirigido por el alemán Johann Wilhelm von Archenholz (JWA). “Minerva”, fundado en 1792, sirvió a JWA para defender a la revolución francesa. Poco después, difundió los acontecimientos de Santo Domingo (de cuyo territorio se desprende Haití, en 1804), considerada la colonia más rica de Francia. Lo anterior contribuyó a que “Minerva” se convirtiera en el periódico mejor informado de Europa. En 1798, su circulación llegaba a 3000 ejemplares (tiraje notable para la época), el que duplicó en 1809. Entre sus suscriptores se hallaban el Rey Federico Guillermo III de Prusia, el filósofo Federico Guillermo Schelling, el general francés Marie José Lafayette y el propio Hegel (3).
Cuando fracasó la represión en Haití, la censura de prensa en Francia fue absoluta, lo que afectó también a “Minerva”. Entre 1804 y 1805, el diario publicó más de cien notas que incluyeron noticias, documentos y testimonios sobre Haití. JWA tuvo especial aprecio por Toussaint-Louverture, la figura máxima de la revolución haitiana, detalle que da una idea de su línea editorial. Louverture, esclavo liberto, conocía a Plutarco y otros clásicos griegos, así como los escritos del Abate Reynal, quien fue la figura más relevante de la Sociedad “Amigos de los Negros”, organizada en Francia. Fue un estadista. El líder haitiano unificó la administración de la isla (Haití y Santo Domingo), normalizó las finanzas, organizó la policía marítima para reprimir al contrabando, quebró el monopolio francés para comercializar con Inglaterra y EEUU, abrió escuelas, puso las bases de la industria nacional con decisiva participación del Estado y levantó un monumento a la abolición de la esclavitud, decretada en Francia, en 1794(4).
Los “historiadores intelectuales” alemanes, dice Buck-Morss, consideran que la famosa metáfora sólo ha podido inspirarse en otros intelectuales europeos y de ninguna manera en la revolución haitiana. George Armstrong Nelly estima que Hegel se basó en Johann Fichte, aunque el problema del amor y del esclavo “es esencialmente platónico”. Judith Shklar prefiere conectar a Hegel con Aristóteles. Para Otto Pögeler, el más distinguido de los hegelianos alemanes, la metáfora no proviene de la antigüedad, ya que su ejemplo es totalmente abstracto. Sólo Pierre-Franklin Tavarés vinculó a Hegel con Haití, debido a que el autor de la “Fenomenología del Espíritu” conoció la obra del abate Henri Gregoire, el partidario más leal que tuvo Haití entre los abolicionistas franceses. Pese a ello, Tavarés relacionó a Hegel mucho después de la Revolución haitiana y no en los escritos de Jena (5).
Fuera de Alemania, añade Buck-Morss, el martinicense Franz Fanon, autor del famoso libro “Los Condenados de la Tierra”, es quien más cerca estuvo de advertir la conexión que nos preocupa. Fanon usó la filosofía europea como arma contra la hegemonía blanca, interpelando la dialéctica del amo y del esclavo tanto social (usando a Marx), como psico- analíticamente (usando a Freud), para teorizar sobre la necesidad de la lucha violenta para suprimir el status colonial…)(6). Lo cierto es que Hegel, en 1806, cuando sólo tenía 36 años, tuvo la audacia de inaugurar como metáfora central de su obra no la esclavitud confrontada a un mítico estado de naturaleza (como lo hicieron Hobbes o Rousseau), sino como hecho concreto, lo que “lo llevó a inscribir en su texto la realidad histórica de la época que lo rodeaba como una tinta invisible”(7).
La revelación de Buck-Morss corroe los cimientos ideológicos de Hegel, quien consideraba que el primer responsable de la esclavitud era el propio esclavo, por haber preferido vivir a morir defendiendo su libertad”(8). La investigadora se basa en las siguientes citas de Hegel: “Pero que alguien sea esclavo radica en su propia voluntad, así como radica en la voluntad de un pueblo el que sea subyugado. No hay, por lo tanto, sólo injusticia de parte del que esclaviza, sino también del esclavizado o subyugado” (“Principios de la Filosofía del Derecho” -escrito en 1821- ). “Aquellos que alguna vez se sometieron a la esclavitud demuestran su humanidad cuando se arriesgan a morir voluntariamente antes de permanecer subyugados” (“Fenomenología del Espíritu”). “Solamente arriesgando la vida se mantiene la libertad… el individuo que no ha arriesgado la vida puede, sin duda, ser reconocido como “persona”, de acuerdo al criterio de los abolicionistas, pero no ha alcanzado la verdad de este reconocimiento como autoconciencia independiente”(9). Sin embargo, después de 1806, Hegel no profundiza en ésta línea de análisis.
En este contexto, Michel – Rolph Trouillot manifiesta que la Revolución haitiana “fue impensable incluso mientras ocurría” (10). Al arriesgar su vida y fundar su propia república, los insurgentes llenaron con holgura los requisitos que Hegel ponía para ser reconocidos como seres humanos plenos. Había que contar a los negros traídos del África como personas “efectivas”, suceso que Hegel no consideraba posible. La liberación haitiana amenazó con extenderse a todas las colonias del mundo en las que se mantenía la esclavitud. Por esa razón, Francia tuvo, en 1802, que abrogar la liberación de los esclavos, que había decretado en 1794. La teoría de Hegel, relativa a que América era una simple “emanación” de Europa, había que cambiarla por la de los vasos comunicantes, debido a que el viejo y el “nuevo continente” se influenciaban de manera mutua. Los revolucionarios haitianos elaboraron concepciones sincréticas, entre el vudú y la masonería, que impregnó a la revolución francesa. Haití ya no podía ser considerada sólo como geografía o paisaje y sus habitantes como hormigas y jabalíes.
Pero la revolución haitiana no quedaría impune: En 1826, el gobierno de Paris admitió la independencia de Haití, a condición de que el país antillano aceptara pagar una deuda de 150 millones de francos-oro, imposible de saldar debido a usurarias tasas de interés. Hoy en día, continúa ocupada por tropas de Naciones Unidas, en las que el trabajo sucio está siendo cumplido por soldados brasileños, argentinos, uruguayos, chilenos y bolivianos, entre otros.
EL BOLÍVAR DE MARX
La condena de Marx a Bolívar es bien conocida: “Hubiera sido pasarse de la raya querer presentar como Napoleón I al canalla más cobarde, vulgar y miserable. Bolívar es el verdadero Soulouque” (11). Soulouque fue un político haitiano de raza negra (1782 – 1867), que se hizo proclamar emperador en 1849, con el nombre de Faustín I y que gobernó de manera despótica durante una década. Marx formula esa explicación por el reclamo que recibió de Charles Dana, quien le había pedido revisar la síntesis biográfica de Bolívar que escribió para la New American Cyclopedia (12).
Marx exhibe en este trabajo sus prejuicios contra Bolívar y el conjunto de latinoamericanos. Al describir los acontecimientos de 1813, sostiene que las tropas patriotas estaban debilitadas debido a que “tres cuartas partes de su ejército se compone de nativos, que en cada encuentro se pasan al enemigo”. Añade que Bolívar, “como la mayoría de sus compatriotas”, es incapaz de todo esfuerzo de largo aliento. Puntualiza que, el 3 de noviembre de 1819, “Bolívar debe hacer frente a un enemigo privado de toda clase de recursos, cuyos efectivos se reducían a 4.500 hombres, las dos terceras partes, además, eran nativos y mal podían, por ende, inspirar confianza a los españoles”. Casi al concluir su esbozo biográfico, anota que los pocos éxitos alcanzados por el ejército (patriota) se debieron a los oficiales británicos. Con estos antecedentes hegelianos, Marx no podía admitir que el sub continente engendrara a un genio militar y, más aún, a un Libertador de cinco naciones. En esa línea de pensamiento, Lord Ponsonby, quien con George Canning consiguió la desmembración de Uruguay de las Provincias Unidas del Río de la Plata, sostuvo que “la raza latina era una forma degenerada de la especie humana”(13).
La animadversión de Marx contra Bolívar tiene tres fuentes: La de historiadores españoles resentidos con el Libertador por la pérdida de las colonias españolas, la de “investigadores” británicos que buscaban opacar a Bolívar para que los lauros de la Guerra de la Independencia sean atribuidos principalmente a militares ingleses; y el odio a Bolívar de las oligarquías locales, como limeña, por haber decretado la abolición de la servidumbre indígena.
Las fuentes utilizadas por Marx para escribir sobre Bolívar fueron escasas y prejuiciosas. De acuerdo al historiador alemán Hans – Joachím Konig, Marx se basó, en gran parte, en la “Historia de Bolívar” del general Docoudray-Holstein (1831), así como en las “Memorias del General John Miller”, publicadas en Londres, en 1819, quien trabajó después para el gobierno peruano. La escasa diligencia de Marx en el presente caso es más notoria aún al constatarse que redacto su texto en el Brítish Museum, de Londres, en cuyos anaqueles se hallaban obras de J. P. Hamilton y R.L. Vowell, publicadas en 1827 y 1831, respectivamente, en las que la figura de Bolívar es mostrada en una dimensión distinta y que, al parecer, no las consultó (14). José Aricó tiene razón cuando anota que “la diatriba” de Marx fue escrita “no siguiendo el juicio de sus contemporáneos, sino contrariándolo” y que el resultado de sus lecturas tenía tanta animadversión que “no puedo menos que dar un tono sorprendentemente prejuicioso al trabajo” (15).
1. ConcienciACTIVA 21, Número 18, Octubre 2007, Venezuela.
2. Jorge Abelardo Ramos “Historia de la Nación Latinoamericana” Tomo I (Pág.43), A. Peña Lillo, Editores. Segunda Edición. Agosto, 1973.
3. Sussan Buck-Morss: “Hegel y Haití” Editorial “Norma”, Buenos Aires – Argentina. Febrero de 2005
(Pág. 52)
4. “Haití: Primera Nación Independiente de América latina”(3). Revista “Todo es Historia”, N° 245.
Buenos Aires – Argentina, 1987.
5. Sussan Buck-Morss: ob. Cit (Págs. 54, 55, 56)
6. Sussan Buck-Morss: ob. Cit (Pág. 70)
7. Sussan Buck-Morss: ob. Cit (Pág. 61)
8. Sussan Buck-Morss: ob. Cit (Pág. 68)
9. Jorge Federico Hegel: “Fenomenología del Espíritu”, Fondo de Cultura Económica, México. Segunda Reimpresión, 1973, (Pág. 116).
10. Sussan Buck-Morss: ob. Cit (págs. 59).
11. Carlos M. Ayala Corao: “Marx y Bolívar”, Periódico “El Universal”, de Caracas, 01/07/01.
12. Carlos Marx: “Bolívar y Ponte”: Artículo publicado en el tomo III de The new American Cyclopedia. Escrito en enero de 1858. Apareció en la edición alemana de MEW; t. XIV, pp. 217-231. Digitalizado para MIA-Sección en Español por Juan R. Fajardo, y trascrito a HTML por Juan R. Fajardo, febrero de 1999.
13. Ramos: Ob. Cit., Tomo I, Pág. 266.
14. Ramón E. Azocar: Bolivar visto por Marx. Analítica.com. Venezuela, 8 de setiembre de 2005.
15. José Aricó: “Marx y América Latina”. Centro de Estudios para el Desarrollo y la Participación. Pág.119 y 113, Lima – Perú 1980.
LAS DOS HERENCIAS DE MARX PARA LOS PUEBLOS OPRIMIDOS
Marx, en su prolífica producción bibliográfica, hizo un viraje trascendental. Después de sostener que la liberación de Irlanda (colonia de Gran Bretaña), se produciría una vez que el proletariado inglés capture el poder, cambia en 180 grados. La posición inicial de Marx está expuesta en el manifiesto Comunista: La acción conjunta del proletariado, al menos en los países civilizados, es una de las primeras condiciones de su emancipación. En la medida en que sea abolida la explotación de un individuo por otro, será abolida la explotación de una nación por otra” (1). En otras palabras, la revolución social debía preceder a la cuestión nacional. Esta posición cambia en carta a Engels, del 10XII de 1869 en la que dice: Durante mucho tiempo creí que sería posible derrocar al régimen irlandés por el ascendiente de la clase obrera inglesa… Pero un estudio más profundo me ha convencido de lo contrario. La clase obrera inglesa nunca hará nada mientras no se libre de Irlanda. La palanca debe aplicarse en Irlanda. Por eso es que la cuestión irlandesa es tan importante para el movimiento social en general” (2).
En días previos, el 29 de noviembre de 1869, Marx transmitió a Engels la misma inquietud: “La condición primera de la emancipación en Inglaterra –el derrocamiento de la oligarquía terrateniente inglesa- sigue siendo imposible debido a que la posición de ésta no puede ser conmovida mientras mantenga fuertemente atrincherados puestos de avanzada en Irlanda. Pero una vez que las cosas estén en manos del propio pueblo irlandés… será infinitamente más fácil que aquí, pues en Irlanda no se trata de una simple cuestión económica sino de una cuestión nacional”. Luego reitera que “el proletariado inglés no logrará emanciparse de su burguesía mientras los excedentes económicos generados en Irlanda beneficien a la Metrópoli (3).
El 24/10/1869, Engels escribió a Marx, desde Manchester: “La historia irlandesa le recuerda a uno lo desastroso que es para una nación el haber subyugado a otra nación”(4).
Engels, como después lo hicieron Marx, Lenin y Trotsky, se apropió, sin citarlo, del famoso aforismo de Dionisio Inca Yupanqui, diputado americano ante las Cortes de Cádiz, quien, el 16 de diciembre de 1810, dijo: “UN PUEBLO QUE OPRIME A OTRO NO PUEDE SER LIBRE” (5). Lenin, por ejemplo, en discurso del 29/4/1917, manifestó: “No, pueblo ruso, no te atrevas a avasallar a Finlandia; el pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre”(6). Para los fundadores del “socialismo científico” era impensable que un indio americano acuñara esa frase inmortal, piedra angular del pensamiento revolucionario hasta el presente.
Marx y Engels, debido a su eurocentrismo, no hicieron extensivas sus conclusiones sobre Irlanda al colonialismo restante. Los irlandeses podían liberarse debido a que, finalmente, eran europeos, pero negaron esa posibilidad a asiáticos, africanos e indo americanos. La falta de coherencia de los autores de “El Manifiesto…” es obvia. En efecto, si los excedentes económicos procedentes de Irlanda permitían a los capitalistas ingleses corromper a los dirigentes obreros de su país, ¡no ocurría lo mismo, pero de manera multiplicada, con las superganancias succionadas a los demás pueblos oprimidos? La plusvalía interna que obtiene la burguesía inglesa es insignificante si se la compara con la expoliación del mundo periférico. En esta línea de análisis, Marx y Engels no tienen una sola palabra de simpatía hacia la Revolución haitiana de 1804, cuya trascendencia histórica pasan por alto, pero Engels justifica la usurpación de EEUU de la mitad del territorio mexicano, al calificar de positivo que los “enérgicos yanquis” reemplacen a los “perezosos mexicanos” en la explotación de las minas de california, puesto que lo anterior aceleraba el advenimiento del capitalismo (7).
Marx dice sobre la colonización inglesa en la India: “…la India no podía escapar a su destino de ser conquistada, y toda su historia pasada, en el supuesto caso de que hubiera habido tal historia, es la sucesión de las conquistas sufridas por ella. La sociedad hindú carece por completo de historia conocida. Lo que llamamos historia de la India no es más que la historia de los sucesivos invasores que fundaron sus imperios sobre la base pasiva de una sociedad inmutable que no les ofrecía ninguna resistencia”. Como conclusión, indica que “no se trata, por tanto, de (saber) si Inglaterra tenía o no tenía derecho a conquistar la India, sino de si preferimos una India conquistada por los turcos, los persas o los rusos a una India conquistada por lo británicos” (8). Es paradójico advertir que esa “base pasiva”, que forjó una “sociedad inmutable”, incapaz de “ofrecer resistencia”, sirvió para conquistar la independencia de la India, en 1947, bajo la conducción de Mahatma Gandhi, quien fundó su acción sobre la no violencia. Este es el punto de partida para que la India sea considerada ahora una de las potencias emergentes del siglo XXI.
LENIN Y TROTSKY CORRIGEN A MARX
Marx confundió los enclaves capitalistas que desarrollan los imperios en la colonias y semicolonias con la posibilidad de impulsar procesos industriales globales. De ahí esta afirmación: “La burguesía industrial inglesa trata de cubrir la India de vías férreas, con el exclusivo objeto de abaratar el costo del algodón y de otras materias primas necesarias para sus fábricas…, puesto que, al introducir “las máquinas en el sistema de locomoción, ya no podrá impedir que ese país fabrique dichas máquinas…”(9). Lenin utiliza el mismo ejemplo para refutar a Marx sin nombrarlo, cuando dice: “La construcción de ferrocarriles es en apariencia una empresa simple, natural, democrática, cultural, civilizadora: así la presentan los profesores burgueses, pagados para embellecer la esclavitud capitalista, y los filisteos pequeño burgueses. En realidad, los múltiples lazos capitalistas mediante los cuales esas empresas se hallan ligadas a la propiedad privada sobre los medios de producción, en general, han transformado dicha construcción en un medio para oprimir a mil millones de seres (en las colonias y semicolonias), es decir a más de la mitad de la población de la tierra en los países dependientes y a los esclavos asalariados del capital en los países civilizados” (10).
Si Lenin critica a Marx sin nombrarlo, Trotsky lo hace de manera expresa con estas palabras: “Dado que Marx y Engels consideraban a la revolución social (por lo menos en los países más importantes), como una cuestión que debía resolverse en unos pocos años, para ellos el problema colonial estaba resuelto automáticamente, no como consecuencia de un movimiento independiente de las nacionalidades oprimidas, sino como consecuencia de la victoria del proletariado en los centros metropolitanos del capitalismo. Por lo tanto, en el Manifiesto ni siquiera se hace referencia de pasada a las cuestiones de la estrategia revolucionaria en países coloniales y semi-coloniales. Sin embargo, estas cuestiones exigen una solución independiente” (11).
Para hablar de Socialismo del siglo XXI, sería útil escribir las palabras colonias y semi-colonias, allí donde Marx escribió “Irlanda” y centros de poder mundial en lugar de Metrópolis (Inglaterra). Veamos cómo quedaría la redacción pertinente:
“…el proletariado inglés no logrará emanciparse de su burguesía mientras los excedentes económicos generados en Irlanda beneficien a la Metrópoli”.
“…el proletariado de los centros de poder mundial no logrará emanciparse de su burguesía mientras los excedentes económicos generados en las colonias y semicolonias beneficien a las Metrópolis”.
1. Marx y Engels: “Manifiesto del Partido Comunista”, Latinas Editores, Oruro – Bolivia. Junio de 2001 (Págs. 68 y 69)
2. Marx y Engels: “Correspondencia”, Editorial Cartago S.R.L., Buenos Aires, 1957, página 190 (Los subrayados son de Marx).
3. Marx y Engels: “Correspondencia” página 189 (Los subrayados son de Marx).
4. Marx y Engels: “Correspondencia” página 181.
5. El texto del discurso de Yupanqui figura en el “Diario de las Discusiones y Actas de las Cortes de Cádiz”. Está transcripto en “La Historia de la Nación Latinoamericana”, de Jorge Abelardo Ramos, Editorial Peña y Lillo, Tomo I, páginas 132, 133 y 134, Buenos Aires, Agosto de 1973.
6. V.I Lenin: Obras escogidas, Editorial Progreso”. Moscú. 1966, Tomo 2, (Pág. 132)
7. Cita de Ramos: “Ob. Cit.” Tomo 2 (pág. 203)
8. Marx: “Futuros resultados de la Dominación Británica en la India”. Trabajo publicado en el New York Daily N° 3840, del 8/8/1853.
9. Marx: (Idem). New York Daily.
10. V. I. Lenin: Prólogo a las ediciones francesa y alemana de “El Imperialismo, fase superior del capitalismo”, 6 de julio de 1920. Ob. Cit., Tomo I, Pág. 694 (Los subrayados son de Lenin)
11. Trotsky: “A noventa años del Manifiesto Comunista”, en revista “Inicial” N° 2, Año 1. Octubre de 1938, Buenos Aires – Argentina.
EL PROLETARIADO DE LAS METRÓPOLIS Y LAS SEMI COLONIAS
Marx y Engels, al escribir, en enero de 1848, el Manifiesto Comunista, pensaron que el fin del sistema capitalista estaba próximo y que el proletariado inglés tomaría pronto el gobierno de Londres, lo que convertiría a Inglaterra en el primer país socialista de la Historia. La revolución industrial, con todas sus lacras: Jornadas de 15 y 16 horas, salarios ínfimos y empleos masivo de trabajo infantil y adolescente (el 45 % de obreros en la industrial textil tenían entre 10 y 18 años), no pudo detener la organización de los trabajadores, quienes estarían a la cabeza de la revolución mundial.
Después de una década, el optimismo de los fundadores del denominado socialismo científico comenzó a debilitarse. Engels, en carta a Marx del 7 de octubre de 1858, le dice: “…el proletariado inglés se está aburguesando cada vez más, la más burguesa de las naciones, aparentemente tiende a poseer una aristocracia burguesa y el proletariado burgués, además de una burguesía” (1). El 29 de noviembre de 1864, Marx, a nombre de los obreros de Europa, envió una carta a Lincoln felicitándolo por su reelección como presidente de EEUU y de apoyo a su lucha contra la esclavitud. La mayoría de los trabajadores ingleses respaldó el documento, salvo los textiles de condado de Lancashire, quieres prefirieron respaldar a la burguesía inglesa, en su apoyo a los esclavistas norteamericanos, lo que fue calificado por Marx de “actitud cobarde”. Este apoyo, dice Ramos, “no estaba respaldado en razones ideológicas, sino porque la industria textil inglesa se abastecía del algodón empapado en la sangre de los esclavos negros del Sur” (2).
Engels, a su vez, le dice a Kautsky, el 12 de diciembre de 1882: Usted me pregunta lo que piensan los obreros ingleses de la política colonial. Pues exactamente lo mismo que piensan acerca de la política en general; lo mismo que piensa el burgués. Aquí no hay partido obrero, sólo hay conservadores y liberales radicales, y los obreros comparten gozosos las cadenas del monopolio inglés del mercado mundial y las colonias” (3). Si no había partido obrero en Inglaterra 34 años después del Manifiesto Comunista, ¿Quién iba a destruir al capitalismo, construir el socialismo y liberar a los pueblos coloniales y semi coloniales?
Este proletariado inglés tampoco se movilizó contra las guerras del opio (1839 a 1842 y 1856 a 1860) por las que Inglaterra, Francia y Portugal obligaron a China a entregar Hong Kong y abrir varios de sus puestos para introducir el opio producido en la India británica y Turquía. En ese momento, China vendía a Inglaterra porcelanas, té, seda y condimentos. El gobierno de Londres, preocupado por los desembolsos de plata que le ocasionaban esas adquisiciones, optó por imponer, mediante las armas, el consumo de opio en China. De nada valieron las cartas a la Reina Victoria, pidiéndole que no incluya drogas tóxicas dentro del comercio internacional, ni reclamar en forma airada por los irreversibles daños que se causaba a la población china (4). Esa fue la primera guerra de las drogas, en la que Inglaterra encabezó el bando de los narcotraficantes.
Al finalizar el siglo XIX, las potencias terminaron de ocupar las regiones susceptibles de ser colonizadas. A partir de entonces, las pugnas entre los imperialismos satisfechos e insatisfechos se dilucidarían también a través de las armas. Así se originaron las guerras mundiales, las que provocaron una alianza aún más sólida entre las burguesías y el proletariado de las metrópolis industrializadas. La primera revolución proletaria no tuvo lugar, como supusieron Marx y Engels, en alguno de los países más industrializados de Europa, sino en el Imperio Zarista, conocido como cárcel de pueblos, “en cuyo interior se habían comprimido la cuestión nacional, la cuestión judía, la cuestión agraria, la lucha contra el absolutismo y el duelo entre la burguesía y el joven proletariado. En ese gigantesco polvorín los bolcheviques no pudieron ser corrompidos como casi todo el resto de la socialdemocracia europea por las ventajas de la democracia parlamentaria, una cultura refinada y el bienestar material” (5).
Poco antes de la Segunda Guerra Mundial, el 5 de junio de 1938, León Trotsky, en nota titulada México y el Imperialismo Británico, demandó el apoyo del proletariado mundial, pero en especial del británico, a la nacionalización del petróleo mexicano. Estas sus palabras: “Sin renunciar a su propia identidad, todas las organizaciones honestas de la clase obrera en el mundo entero, y principalmente de Gran Bretaña, tienen el deber de asumir una posición irreconciliable contra los ladrones imperialistas, su diplomacia, su prensa y sus áulicos fascistas. La causa de México, como la causa de España, como la causa de China, es la causa de la clase obrera internacional. La lucha por el petróleo mexicano es sólo una de las escaramuzas de vanguardia de las futuras batallas entre los opresores y los oprimidos”(6). La demanda de Trotsky a los sindicatos ingleses cayó en saco roto.
El internacionalismo proletario, postulado por los clásicos del marxismo, tuvo pocas expresiones concretas. El heroísmo de las brigadas internacionales que combatieron en la guerra civil española fue una de ellas. En cambio, la coordinación entre agencias de inteligencia de las Metrópolis para mantener el sometimiento de los pueblos periféricos es una constante. Esto ocurrió el 18 de agosto de 1953, cuando los servicios de inteligencia de EEUU, la CIA, y de Gran Bretaña, el M-16, derrocaron al nacionalista Muhmmad Hedayat Mossadegh, quien había obligado, el primero de mayo de 1953, al Sha Mohamed Reza Pahlevi a nacionalizar el petróleo de Irán. Esta riqueza estaba en poder de la Anglo Iranian Oil Company, con sede en Londres, y que entre 1902 y 1932, había obtenido 171 millones de libras esterlinas de utilidades netas, en tanto que Irán recibió, en ese mismo lapso, 11 millones de libras. A partir del golpe CIA-M16, Londres tuvo que compartir con Washington los beneficios del negocio (7). Frente a la injerencia en Irán, los obreros norteamericanos e ingleses, bien gracias.
¿A quién se le podría ocurrir pedir a los asalariados ingleses que respaldaran a la Argentina en la guerra de las Malvinas, de 1982, por la que el gobierno de Buenos Aires pretendió poner fin a la abusiva ocupación británica, iniciada en 1833, de las islas del Atlántico Sur? Para justificar el apoyo de los obreros británicos a su gobierno se argumentó que se trataba de un conflicto entre la Inglaterra democrática y una dictadura militar genocida, frente al cual la elección era obvia. El único problema residía en que los izquierdistas, que decían seguir a Trotsky, tuvieron que ocultar su nítida posición al respecto cuando escribió: “El imperialismo sólo puede existir porque hay naciones atrasadas en nuestro planeta, países coloniales y semicoloniales… en una guerra entre una república democrática imperialista civilizada y la monarquía bárbara y atrasada de un país colonial, los socialistas deben estar de lado |del país oprimido, a pesar de ser monárquico, y en contra del país opresor, por muy “democrático” que sea”(8).
Trotsky reitera este punto de vista cuando se refiere al régimen de Getulio Vargas, en Brasil, al que también se tildaba de fascista: Sobre el particular dice: “En Brasil existe hoy un régimen semifascista que ningún revolucionario puede ver sino con odio. Supongamos, sin embargo, que Inglaterra entrada en un conflicto militar con el Brasil: Yo le pregunto ¿de qué lado del conflicto estará la clase obrera? Le contestaré por mí mismo personalmente: en este caso estaré con el Brasil “fascista” contra la Inglaterra “democrática” (las comillas son de LT) ¿Por qué? Porque en el conflicto entre estos dos países no será una cuestión de democracia o fascismo. Si Inglaterra triunfara pondría otro dictador fascista en Río de Janeiro y colocaría una doble cadena alrededor del Brasil. Si por el contrario, fuera Brasil el que triunfara, ello daría un poderoso impulso a la conciencia nacional y democrática del país y al derrocamiento de la dictadura de Vargas. La derrota de Inglaterra, al mismo tiempo, daría un golpe al imperialismo británico e impulsaría el movimiento revolucionario del proletariado inglés. Verdaderamente, hay que tener la cabeza vacía para reducir los antagonismos mundiales y los conflictos militares a la lucha entre fascismo y democracia. Bajo cualquier máscara hay que aprender a distinguir a los explotadores, dueños de esclavos y ladrones. (Entrevista con Mateo Fossa)(9).
No se trata, desde luego, de tolerar a las dictaduras militares impuestas casi siempre por Washington e inclusive por el narcotráfico. Se trata de construir procesos democráticos que fortalezcan la autodeterminación nacional y la estructuración de bloques defensivos regionales de los países oprimidos, de su soberanía y recursos naturales, a diferencia de seudo democracias, financiadas por los imperios y sus ONGs. Nuestros procesos democráticos deben tener, como requisitos previos, la transparencia de los recursos económicos utilizados por los candidatos y su participación igualitaria en los medios de comunicación sociala a fin de evitar que los centros de poder mundial, sus instrumentos de injerencia política, económica y sobre todo sus transnacionales distorsionen la voluntad de los pueblos.
La contradicción entre naciones opresoras y naciones oprimidas fue puntualizada en el Segundo Congreso de la Internacional Comunista, en cuyo informe (26 de julio de 1921) Lenin dijo: “¿Cuál es la idea… fundamental de nuestras tesis? Es la distinción entre naciones oprimidas y naciones opresoras… El rasgo distintivo del imperialismo consiste en que actualmente, como podemos ver, el mundo se halla dividido en un gran número de naciones oprimidas y, por otro, en un número insignificante de naciones opresoras, que disponen de riquezas colosales y de una poderosa fuerza militar”(10). Estas claras posiciones fueron desvirtuadas por los partidos estalinistas europeos, bajo la égida de Stalin, que consideraba que las revoluciones en el mundo colonial estaban supeditadas a los intereses de la URSS. Por esta razón el PC francés no apoyó la guerra de liberación de Argelia. Y, peor aún, el PC argelino, no participó en la resistencia anti colonial de su pueblo. Lo mismo ocurrió con las direcciones obreras de Portugal frente a la rebelión de Angola y Mozambique, de Bélgica en el Congo y de Holanda en Indonesia. Las protestas por las masacres del ejército francés en Argelia y de los marines norteamericanos en Vietnam no fueron encabezadas por sindicatos, sino por estudiantes, universitarios, profesores y empleados, es decir por capas medias.
La social democracia Europea ha organizado la Internacional Socialista, dentro de cuyos objetivos está el de no postular el camino de la revolución a partidos y organizaciones de los países oprimidos. Tal el caso del Foro Social Mundial (FSM), llamado también Foro Social de Porto Alegre (Brasil), cuyo financiamiento ha corrido a cargo de transnacionales como la Ford, del gobierno inglés mediante OXFAM, de la Caixa Económica de España y de la Fundación Rockefeller. De dónde nos vienen los males difícilmente nos vendrán los remedios. Claudia Cinati en su trabajo “Guerra, Liberación Nacional y Revolución” dice que “las revoluciones nacionales en los países semicoloniales solamente pueden ser llevadas a cabo con éxito por el proletariado EN COLABORACIÓN CON LA CLASE OBRERA DE LOS PAÍSES AVANZADOS” (11). ¿Cuánto tiempo habrá que esperar esa colaboración? ¿Y si no llega, nos quedaremos con los brazos cruzados?
1. Marx – Engels: “Correspondencia”, Editorial “Cartago”, buenos Aires – Argentina, 1957 (Pág. 84).
2. Jorge Abelardo Ramos: “Historia de la Nación Latinoamericana” Tomo II, pág. 199, Editorial “Peña y Lillo”, Buenos Aires – Argentina. Segunda Edición, Agosto 1973.
3. Marx – Engels: Ob. Cit. (Pág. 264).
4. es.wikipedia.org/wiki/
5. Ramos: Ob. Cit. (Pág. 211).
6. Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones “León Trotsky”, de Argentina. Marx.org/español/trotsky/
7. Roberto García: “La CIA en Irán: El golpe contra Mossadegh. 9/08/06. www.webslam.com/?idt=5467Geopolítica Internacional.
8. Trotsky: “Por los Estados Unidos Socialistas de América Latina”, Editorial Coyoacán, Buenos Aires, 1961 (Pág. 61).
9. Trotsky: Ob. Cit. (Pág. 33).
10. Lenin: Obras Escogidas. Editorial “Progreso”, Moscú 1966, Tomo 3, pág. 477.
11. Boletín “Estrategia Internacional. Fracción Trotskista”. Especial para Partes de Guerra” 17/04/03, Las mayúsculas son de Andrés Solíz Rada.
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